El martes 27 tuvo lugar la sesión técnica en CONAMA sobre “Custodia del territorio y mecanismos de financiación para
la conservación de la naturaleza: banco de hábitats (ST-3) “. En esta sesión técnica, con la sala llena a
rebosar, una audiencia de más de 200 personas y un plantel de expertos en la
materia, fue el escenario fantástico para la puesta de largo de los bancos de
hábitat en Conama. Sobre esta Sesión Técnica, podéis encontrar presenta un
breve resumen del desarrollo de la jornada en la web Mercados de Medio Ambiente
Tras unos días de reflexión
sobre las apreciaciones que muchos de los asistentes tuvieron acerca de la
jornada, podemos obtener tres conclusiones claras:
·
Todavía hay
desconocimiento bastante generalizado de lo que son los bancos de hábitat, en
qué consisten, para qué valen y en qué circunstancias se pueden utilizar.
·
Hay voluntad por
parte de la administración y de buena parte del entorno social más próximo a la
custodia del territorio para que los bancos de hábitat salgan adelante.
·
Si bien se va
conociendo cada vez más cuál es el modelo y se va interiorizando el hecho de
que comerciar con créditos ambientales es beneficioso para la conservación de
la biodiversidad, falta aún mucho recorrido en los detalles del mismo en cuanto
a valoración de los créditos ambientales.
La valoración de los créditos
ambientales fue uno de los temas que acaparó la atención durante gran parte del
tiempo de la sesión. Se notó una profunda preocupación sobre, por un lado, cómo
valorar estos créditos ambientales y, por otro, las consecuencias que de una
bajada de estos precios en el mercado pudiera llegar a causar destrucción en
vez de creación de valor ambiental. Esta preocupación puede ser razonable
cuando no se comprende bien el modelo. Es necesario entender que en un banco de
hábitat lo que se transforma en créditos ambientales y se vende es el valor
ambiental creado. Es decir, que el valor ambiental con el que se comercia es
valor “añadido”, es decir, “incrementado al existente”. Esta reflexión permite
afirmar que no es necesario valorar económicamente (ponerles precio) los
activos ambientales como tales, sino únicamente a la generación del incremento
de valor. Esta generación de incremento de valor tendrá un precio que vendrá
definido por el mercado y que, de alguna manera, recogerá los costes de
generación de ese incremento de valor ambiental (ejecución, establecimiento de
garantías, etc…). Por lo tanto, aunque los precios bajen, nunca será más
rentable destruir que crear. En todo caso, será más rentable dejarlo como está,
es decir, no generar adicionalidad.
En este sentido no se puede
comparar el crédito ambiental a los créditos de CO2. Los créditos de carbono se
asignan como cuotas para contaminar. Estas cuotas para contaminar lo que
pretenden es limitar las emisiones de determinados sectores muy contaminantes.
Cuando el precio de los créditos de carbono sube, hay empresas que prefieren
vender los créditos a utilizarlos para emitir CO2. Cuando el precio baja, les
compensa utilizarlos para producir y por lo tanto, emiten. Las empresas,
además, cuando quieren emitir más carbono del que disponen tienen dos opciones:
comprar créditos a empresas que no los van a utilizar, o comprar créditos
generados a través del desarrollo de proyectos de reducción de emisiones o de
generación de sumideros de CO2 verificados. Es por eso por lo que se dice que
cuando bajan los precios sale más “barato” contaminar.
En el caso de los créditos de
biodiversidad, éstos ya se han creado, por lo que no se va a destruir nada,
aunque bajen los precios. Si bajan los precios, bajará la oferta, ya que no
resultará tan rentable la generación de esos créditos para su venta. Pero en
ningún momento se destruirá la biodiversidad.
Por lo que respecta a la idea
errónea de que al ser más barato comprar un crédito ambiental que hacer una
reparación in situ se tenderá a contaminar más, es necesario aclarar que la
compensación de un daño mediante créditos ambientales sólo se podrá realizar
para proyectos en los que se haya cumplido la jerarquía de mitigación. Y será
la autoridad competente con las herramientas legislativas que aporta tanto la Legislación
de Responsabilidad Ambiental (LRA) como la de Evaluación de Impacto Ambiental (EIA)
las que habrán de controlar que los proyectos la cumplan y primero eviten,
luego reduzcan y repongan y, por último, compensen los impactos producidos, ya
se trate por nuevas afecciones al territorio o por incidentes ambientales.
Por lo tanto, es fundamental
que se comprenda que los Bancos de Hábitat lo que hacen es generar incremento
de valor ambiental, generan mejoras en hábitats, especies y servicios
ambientales, y que sea cual sea el
precio de estas mejoras, nunca implicará que sea más ventajoso destruir que
producir valor ambiental.
Otra cosa que en la sesión
técnica de Conama11 echamos en falta, fue el resaltar las ventajas de los
bancos de hábitat, no sólo su uso como fuente de ingresos para propietarios
rurales, sino las ventajas que su empleo como herramienta de compensación
ambiental y de generación de valor ambiental tienen. Los bancos de hábitat
generan valor ambiental que ha de ser conservado a largo plazo y, para ello,
establecen garantías que permitan esa conservación. Ésta es la principal ventaja
de este mecanismo que simplifica y optimiza de manera muy eficiente las
compensaciones ambientales.
Como conclusión de esta
jornada y de este artículo, no nos queda más que decir que tenemos que seguir
trabajando para conseguir que haya un conocimiento más claro de lo que
significan los bancos de hábitat y, sobre todo, poner en marcha experiencias
que demuestren la viabilidad del modelo, en la mayor parte de los elementos que
configuran un mercado de bancos de hábitat. Esa es nuestra intención, y en ello
trabajamos cada día.
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