lunes, 3 de diciembre de 2012

Bancos de hábitat: etapas por recorrer


El martes 27 tuvo lugar la sesión técnica en CONAMA sobre Custodia del territorio y mecanismos de financiación para la conservación de la naturaleza: banco de hábitats (ST-3) “. En esta sesión técnica, con la sala llena a rebosar, una audiencia de más de 200 personas y un plantel de expertos en la materia, fue el escenario fantástico para la puesta de largo de los bancos de hábitat en Conama. Sobre esta Sesión Técnica, podéis encontrar presenta un breve resumen del desarrollo de la jornada en la web Mercados de Medio Ambiente
Tras unos días de reflexión sobre las apreciaciones que muchos de los asistentes tuvieron acerca de la jornada, podemos obtener tres conclusiones claras:
·        Todavía hay desconocimiento bastante generalizado de lo que son los bancos de hábitat, en qué consisten, para qué valen y en qué circunstancias se pueden utilizar.
·        Hay voluntad por parte de la administración y de buena parte del entorno social más próximo a la custodia del territorio para que los bancos de hábitat salgan adelante.
·        Si bien se va conociendo cada vez más cuál es el modelo y se va interiorizando el hecho de que comerciar con créditos ambientales es beneficioso para la conservación de la biodiversidad, falta aún mucho recorrido en los detalles del mismo en cuanto a valoración de los créditos ambientales.
La valoración de los créditos ambientales fue uno de los temas que acaparó la atención durante gran parte del tiempo de la sesión. Se notó una profunda preocupación sobre, por un lado, cómo valorar estos créditos ambientales y, por otro, las consecuencias que de una bajada de estos precios en el mercado pudiera llegar a causar destrucción en vez de creación de valor ambiental. Esta preocupación puede ser razonable cuando no se comprende bien el modelo. Es necesario entender que en un banco de hábitat lo que se transforma en créditos ambientales y se vende es el valor ambiental creado. Es decir, que el valor ambiental con el que se comercia es valor “añadido”, es decir, “incrementado al existente”. Esta reflexión permite afirmar que no es necesario valorar económicamente (ponerles precio) los activos ambientales como tales, sino únicamente a la generación del incremento de valor. Esta generación de incremento de valor tendrá un precio que vendrá definido por el mercado y que, de alguna manera, recogerá los costes de generación de ese incremento de valor ambiental (ejecución, establecimiento de garantías, etc…). Por lo tanto, aunque los precios bajen, nunca será más rentable destruir que crear. En todo caso, será más rentable dejarlo como está, es decir, no generar adicionalidad.
En este sentido no se puede comparar el crédito ambiental a los créditos de CO2. Los créditos de carbono se asignan como cuotas para contaminar. Estas cuotas para contaminar lo que pretenden es limitar las emisiones de determinados sectores muy contaminantes. Cuando el precio de los créditos de carbono sube, hay empresas que prefieren vender los créditos a utilizarlos para emitir CO2. Cuando el precio baja, les compensa utilizarlos para producir y por lo tanto, emiten. Las empresas, además, cuando quieren emitir más carbono del que disponen tienen dos opciones: comprar créditos a empresas que no los van a utilizar, o comprar créditos generados a través del desarrollo de proyectos de reducción de emisiones o de generación de sumideros de CO2 verificados. Es por eso por lo que se dice que cuando bajan los precios sale más “barato” contaminar.
En el caso de los créditos de biodiversidad, éstos ya se han creado, por lo que no se va a destruir nada, aunque bajen los precios. Si bajan los precios, bajará la oferta, ya que no resultará tan rentable la generación de esos créditos para su venta. Pero en ningún momento se destruirá la biodiversidad.
Por lo que respecta a la idea errónea de que al ser más barato comprar un crédito ambiental que hacer una reparación in situ se tenderá a contaminar más, es necesario aclarar que la compensación de un daño mediante créditos ambientales sólo se podrá realizar para proyectos en los que se haya cumplido la jerarquía de mitigación. Y será la autoridad competente con las herramientas legislativas que aporta tanto la Legislación de Responsabilidad Ambiental (LRA) como la de Evaluación de Impacto Ambiental (EIA) las que habrán de controlar que los proyectos la cumplan y primero eviten, luego reduzcan y repongan y, por último, compensen los impactos producidos, ya se trate por nuevas afecciones al territorio o por incidentes ambientales.
Por lo tanto, es fundamental que se comprenda que los Bancos de Hábitat lo que hacen es generar incremento de valor ambiental, generan mejoras en hábitats, especies y servicios ambientales,  y que sea cual sea el precio de estas mejoras, nunca implicará que sea más ventajoso destruir que producir valor ambiental.
Otra cosa que en la sesión técnica de Conama11 echamos en falta, fue el resaltar las ventajas de los bancos de hábitat, no sólo su uso como fuente de ingresos para propietarios rurales, sino las ventajas que su empleo como herramienta de compensación ambiental y de generación de valor ambiental tienen. Los bancos de hábitat generan valor ambiental que ha de ser conservado a largo plazo y, para ello, establecen garantías que permitan esa conservación. Ésta es la principal ventaja de este mecanismo que simplifica y optimiza de manera muy eficiente las compensaciones ambientales.
Como conclusión de esta jornada y de este artículo, no nos queda más que decir que tenemos que seguir trabajando para conseguir que haya un conocimiento más claro de lo que significan los bancos de hábitat y, sobre todo, poner en marcha experiencias que demuestren la viabilidad del modelo, en la mayor parte de los elementos que configuran un mercado de bancos de hábitat. Esa es nuestra intención, y en ello trabajamos cada día.

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