sábado, 26 de noviembre de 2011

¿Por qué valorar los ecosistemas?

En la actualidad el mundo gira en torno a la economía. Todo el desarrollo mundial viene supeditado a lo que las Leyes del Mercado marcan y en estas leyes de mercado entran numerosos factores. Existen otros factores que no se consideran y que son tratados como “externalidades”. Entre estas externalidades se encuentran los daños que el desarrollo económico genera sobre el Medio Ambiente.
Hasta ahora estas externalidades no eran consideradas más que daños colaterales, en muchas casos molestos, o causantes de gastos económicos, sin pararse a pensar los beneficios económicos que de su valoración se pudieran obtener. El World Business Council for Sustainable Development (WBCSD) viene desarrollando estudios y aplicaciones prácticas sobre los beneficios que a las empresas les puede generar la valoración de los ecosistemas.  Entre las 10 razones por las que las empresas deben abordar la valoración de los ecosistemas, la WBCSD habla de razones de ahorro, como el “Ahorro de Costes” o la “Reducción de Impuestos”, pero también se atreve a incluir razones de incremento de los ingresos, como la “Revaloración de los activos”, destacando las oportunidades de negocio que éstos pueden generar, así como el “Aseguramiento de los Ingresos” derivados de las inversiones en capital natural.
Es necesario tener en cuenta que toda actividad empresarial tiene una dependencia e impacto sobre los ecosistemas. Muchos de los servicios de estos ecosistemas se valoran por sus características en sí mismas, como puede ser el  aporte de materia prima para su transformación.  Pero otros no se valoran al no resultar “tangibles” los beneficios  económicos que pudieran resultar de ellos y por ello son consideradas como externalidades. La economía de Mercado excluye de su evaluación financiera muchos servicios de los ecosistemas por no ser objeto de comercialización y no poder por lo tanto asignarle un precio a estos servicios. Muchas veces además, estos servicios no  son objeto de “propiedad”, es decir, son servicios ambientales que existen y no se considera la figura de propietario de los mismos. Pero estos servicios son normalmente  conservados y mejorados por los propietarios de los terrenos donde se asientan, de forma que generan unas externalidades positivas de las que muchas empresas disfrutan sin valorar lo que suponen estos servicios para sus beneficios económicos. Pero, ¿qué pasaría si estos servicios ambientales aplicados a cada sector empresarial desaparecieran? Las empresas probablemente se verían afectadas por la merma de su rentabilidad económica vinculada a esta desaparición. ¿Y si se valoraran estos servicios, se les asignara un “propietario” y de alguna manera se considerara esta valoración en la Cuenta de Pérdidas y Ganancias? ¿Y si las empresas de esta valoración de los Ecosistemas pudieran obtener nuevas líneas de negocio, que aparte de generar beneficios económicos, generaran una mejora en el Medio Ambiente?
Pero esto es complicado, ya que existen una serie de trabas a la valoración de los ecosistemas y la posible comercialización de los servicios que éstos generan. En la mayor parte de los países no existe marco regulatorio en el que incluir esta valoración de servicios ambientales. La mayoría de las medidas para la conservación de la naturaleza se basan en el control y compensación de los impactos que el desarrollo genera sobre la misma y el incentivo a aquéllas actividades que sirvan para conservarla. Pero ¿y si se estableciera el marco regulatorio que permitiera que la conservación de la naturaleza se pudiera convertir en un negocio rentable?
Muchas empresas se han dado cuenta ya de que resulta rentable valorar los ecosistemas. ¿Cuánto falta para que los Estados desarrollen los mecanismos necesarios para que se valoren y se puedan comercializar los servicios ambientales creados?

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